La evasión, según Ayn Rand
Anotaciones del 2013, luego de leer Atlas Shrugged.
—
Pensar es la única virtud del hombre, de la cual las otras proceden. Y su único vicio básico, la fuente de todos sus males, es el acto innombrable que todos practican, pero luchan por no admitir: el acto de poner la mente en blanco, la suspensión premeditada de la consciencia, el rechazo no a pensar en el vacío, sino a no ver.
Es el acto de desenfocar la mente e inducir una neblina interna para escapar las responsabilidades de auto juzgarse — bajo la premisa tácita que una cosa no va a existir si te rehúsas a identificarla, que A no es A mientras no pronuncies el veredicto “Lo es”.
No pensar es un acto de aniquilación, un deseo de negar la existencia, un intento de eliminar la realidad. Pero la existencia existe; la realidad no está para ser eliminada, eso meramente eliminará al eliminador.
Al rehusar decir “Lo es”, estás rehusando decir “Lo soy”. Al suspender tu juicio, estás negando tu persona. Cuando una persona declara: “¿Quién soy yo para saber?” está declarando: “¿Quién soy yo para vivir?”.
No es un crimen que has cometido que infecte tu alma con culpa permanente, no es ninguno de tus fracasos, errores o defectos, sino la mente en blanco -que intentas usar para evadirlos-.
No es una especie de pecado original o defecto genético, sino el conocimiento y hecho de tu defecto básico, el de suspender tu mente, el de rehusarte a pensar.
El miedo y la culpa son tus emociones crónicas, son reales y no te las mereces, pero no vienen de las razones superficiales que inventas para disfrazar su causa, no de tu “egoísmo”, debilidad o ignorancia, sino de una básica y real amenaza a tu existencia: el miedo, porque has abandonado tu mejor arma para la supervivencia, la culpa, porque tú sabes que lo has hecho por voluntad propia y no quieres asumir la responsabilidad de ser.
Ésta, en cada hora y en cada asunto, es tu básica opción moral: pensar o no pensar, existencia o no-existencia, A o no-A, entidad o cero.
En ésta vida, la gente bendice, celebra y sigue lo que ofrezca una justificación para no pensar.
En nombre de lo mejor que hay en ti, no sacrifiques este mundo a lo peor de él.
Debes pensar y hacer este mundo tuyo. Pero ganarlo requiere tu total dedicación y una ruptura total con el mundo de tu pasado, con la doctrina de que el hombre es un animal de sacrificio que existe para el placer de otros. Debes romper con la premisa de que no pensar es un lugar seguro, porque no es más que una bomba de tiempo que te va a traer imbalance y autodestrucción. Lucha por el valor de tu persona. Lucha por la virtud de tu orgullo. Lucha por la esencia de lo que eres: por tu soberana mente racional.
Lucha con la radiante certeza y la absoluta rectitud de saber que tuya es la moralidad de la vida y que tuya es la batalla por cualquier logro, cualquier valor, cualquier grandeza, cualquier bondad, cualquier alegría que alguna vez haya existido sobre la tierra.
Vencerás cuando estés dispuesto a pronunciar un juramento de batalla, el cual repetiré ahora para el oír del mundo:
“Juro — por mi vida y mi amor a ella — que jamás viviré para el provecho de otra persona, ni le pediré a otra persona que viva para el mío”.